31 de julio de 2007




Y de repente, recordó lo sucedido la noche anterior. Las pupilas rojas de aquel hombre que se posaban sobre las suyas mientras le advertía que, si no le devolvía el talismán, Hannah pagaría las consecuencias. Se estremeció y aceleró el paso apretando contra su pecho el colgante. Se preguntaba cómo iba a salir de aquello. Ella, que sólo venía a Praga para descansar unos días. Cuando localizó el bazar donde había adquirido la joya maldita, encontró al mercader que tanto había insistido en vendérsela y le explicó lo sucedido. El semblante que adoptó fue de todo menos tranquilizador. Enseguida emprendieron la marcha hacia lo que parecía un palacete abandonado. Cuando entraron, Irene percibió la presencia de algo o alguien. Fuese lo que fuese no era bueno. Los deseos de salir de allí cada vez eran mayores pero continuó tras aquel desconocido que avanzaba sin dudar. Llegados a un punto, escucharon los sollozos de alguien. Provenían de un pequeño cuarto debajo de unas escaleras. Era Hannah sin duda. Irene se apresuró a abrir la puerta, que cedió rápidamente. Su amiga se encontraba allí, pálida y fría. El mercader advirtió a las chicas que debían abandonar aquel sitio cuanto antes no sin antes devolverle el colgante. Irene no lo dudó y se lo entregó. Antes de atravesar el umbral de la puerta principal, volvió la vista atrás y pudo ver que había aparecido una nueva silueta en la cámara. Ésta notó la mirada de la chica y se giró. Por segunda vez observó esas pupilas rojas que quedarían en su memoria para siempre...

No hay comentarios: